

René Toro Díaz (segundo de derecha a izquierda) posa junto a sus compañeros de la maestranza, con ellos fue a recuperar los cuerpos del famoso accidente de Viloco
Por Marco A. Flores Nogales
El 26 de septiembre de 1969, un trágico accidente aéreo sacudió la comunidad minera de Viloco, dejando un rastro de muerte en un terreno inhóspito y difícil de alcanzar. René Toro Díaz, un soldador mecánico que trabajaba en la maestranza de la empresa minera, fue uno de los primeros en llegar al lugar del desastre.
Su relato sobre esa fatídica noche revela no solo las duras condiciones de vida y trabajo en Viloco, sino también el esfuerzo, el miedo y la solidaridad de aquellos hombres que, guiados por la necesidad y el compromiso, enfrentaron la oscuridad y el terror para recuperar los cuerpos de las víctimas.
Esta entrevista inédita nos sumerge en una historia humana detrás del accidente, donde el valor se midió en cada paso sobre piedras y cadáveres esparcidos, y donde la mina se convirtió en un silencioso testigo de la tragedia. René Toro, nunca supo que el cuerpo del piloto del avión que rescató se llamaba Teddy Scott Villa.
¿Cómo llegó a estar en Viloco?
Bueno, yo llegué porque mi padre era sastre y falleció entonces. Yo todavía era un bebé, eso es lo que cuenta mi madre. Entonces, mi abuelo, mi abuela y mi mamá emigraron a Viloco.
¿Estudió en Viloco?
Sí. Entonces, con el tiempo, estudié en la escuela en Viloco, también en el colegio. Esa fue mi trayectoria de estudios. Después me fui al cuartel. Al año de estar en el cuartel, llegó mi esposa también. Empecé a trabajar en la empresa.
¿En qué lugar y sección trabajaba en la empresa?
Trabajaba en la maestranza. Era soldador, soldador mecánico.
Partes del avión del Lloyd que se estrelló en Viloco (Foto Internet)
¿Podría describir cómo era Viloco en ese tiempo?
Viloco era una empresa minera. Existen tres categorías: la gran empresa, la mediana y la pequeña. Nosotros estábamos en la mediana. Los sueldos en esa época eran muy bajos, paupérrimos, pero alcanzaban para sobrevivir, solo para comer.
Ni siquiera alcanzaba para la vestimenta de los niños en esas épocas. Pero nos adaptamos al lugar. Viloco tiene un valle hacia abajo, a media hora, donde se cultivan frutas, verduras, papa, entre otros productos. Eso era lo favorable para la población y para el centro minero.
Como el dinero no alcanzaba, la empresa nos daba un cupo de arroz, azúcar, carne y cuatro artículos más. Nos daban obligatoriamente cierta cantidad.
No consumíamos todo en el mes, por lo que nos sobraba un poco. Como el dinero no alcanzaba, los campesinos aledaños traían sus productos para cambiar. Cambiábamos arroz por frutas, papa y lo que necesitábamos.
¿Era una población grande?
Bueno, la población no llegaba a ser muy grande. Más o menos había unos 200 trabajadores, entre el ingenio y la mina. Los mineros y los del ingenio estaban divididos en dos grupos. Los de la mina trabajaban exclusivamente en la mina, mientras que los del ingenio trabajaban en la superficie, concentrando el mineral.
En tres turnos: el primero entraba a las 6:00 y salía a las 14:00, el segundo de 14:00 a 22:00, y el tercero hasta el día siguiente.
¿Qué mineral explotaban?
Explotábamos estaño, sí, solamente estaño. Antes se producía también wólfram, pero con el tiempo el wólfram fue disminuyendo. El estaño estaba en un estado regular, por lo que nos dedicamos exclusivamente a eso.
¿Dónde llevaban el estaño?
Aquí lo entregábamos al ingenio. Antes, el mineral se llevaba a Guaqui. Todas las empresas mineras llevaban allí el mineral, pero luego, cuando se construyó la fundición en Oruro, se empezó a procesar allá.
René Toro en la actualidad
Accidente del avión DC-6B del Lloyd
El 26 de septiembre de 1969 ocurrió el trágico accidente del avión del club The Strongest, que retornaba de la ciudad de Santa Cruz.
¿A qué distancia cayó el avión del centro minero de Viloco?
La distancia era de unas seis a siete horas caminando. Había que subir el cerro y luego bajar al lugar del accidente. No había camino, solo una senda difícil hasta el cerro. De ahí para abajo, donde estaba el avión estrellado, ya no había camino.
¿Qué hacía la población en ese momento?
Ignorábamos lo que había sucedido. Nadie sabía nada, solo rumores. Creo que tardaron casi una semana en encontrar el avión. Al principio no se le dio mucha importancia, pero luego, durante una fiesta, alguien dijo que habían encontrado el avión. Estaba en un lugar donde se casan las vizcachas, en un cerro arriba.
Al día siguiente, corrió la noticia de que el avión había caído. Mayormente fueron los jóvenes los que se animaron a ir.
Yo, en especial, no le puse mucha atención. Al día siguiente, el lunes, cuando regresamos al trabajo, el gerente nos sorprendió diciendo que quienes quisieran ayudar a traer los cadáveres podían hacerlo, y quienes no, podían seguir trabajando. Entonces, cinco amigos y yo nos animamos a ir.
El gerente, para entonces, ya me había ofrecido algo. Por cada cadáver iban a pagar una cantidad considerable de dinero. Eso nos motivó a mis amigos y a mí; entre varios, era una oportunidad bien recibida. Así que nos reunimos cinco varones, nos alistamos con algunas maderas para hacer camillas, alambres, sacos, y discutimos lo que haríamos. Al final, todos estuvimos de acuerdo.
El gerente, antes de que saliéramos, nos proporcionó coca, cigarros y ajustó las lámparas de los mineros para que fuéramos al lugar. Eran alrededor de las seis de la tarde, cuando ya nos estábamos preparando para ir.
Los recuerdos de aquella noche permanecen intactos en René Toro (primero de la derecha)
¿Y los nombres de los amigos que fueron con usted?
Recuerdo a dos: don Aniceto Castro y Walter Zichelmi, pero de los otros no me acuerdo.
¿Cómo se prepararon y qué día fue cuando empezaron a subir?
El día lunes, ya pasadas las seis de la tarde, subimos. La subida comenzó entre las seis o siete de la noche, casi no lo puedo decir con exactitud, pero fue a esa hora, casi a oscuras.
¿Por qué de noche?
Fue después del trabajo del día lunes. Subimos al lugar, pero no llegamos todavía. La subida fue agotadora, terrible, porque era la primera vez que íbamos a ese lugar. Nunca habíamos llegado allí antes, lo que hacía difícil decir "sí, sí, sí, está cerca". La emoción del dinero también nos motivó un poco, no se ganaba mucho en la empresa.
¿Cuánto era un sueldo en ese entonces?
Serían unos pocos bolivianos, si no me equivoco. La cantidad que nos ofrecieron por cada cadáver era más que un sueldo, incluso duplicaba un sueldo, pero teníamos que dividirlo entre los cinco amigos.
Resulta que pasamos por un lago, seguíamos subiendo la cumbre, ya oscuro. Encendimos las lámparas. En el camino, casi a medio camino, nos sorprendimos. El que nos guiaba era un hombre mayor, y yo estaba detrás de él. De repente, encontramos un cadáver en el camino, simplemente tirado, sin estar envuelto en nada, solo cubierto con una frazada; lo trasladaban otras cuatro personas. La noche era oscura, lúgubre.
Estábamos en ese lugar como con los ojos cerrados, sin poder ver bien. Como eran pendientes en algunos lugares, ellos podrían haberse matado. Así que prefirieron quedarse al lado del cadáver, inclinados, sentados, esperando que alguien les ayudara. Pero nosotros tampoco íbamos preparados como para ofrecerles ayuda adecuada; solo teníamos coca, que les compartimos. Ellos tenían que esperar allí. Nosotros no llevábamos ni fósforos, solo lámparas. Así, seguimos adelante.
¿El cadáver era de un jugador?
No, era primero de una señora. Después seguimos subiendo y encontramos otro cadáver, también en el camino. Como les digo, la noche los atrapó y ya no pudieron continuar porque el camino era estrecho.
¿Estaban envueltos en frazadas?
Algunos no estaban envueltos, simplemente así, como los encontramos. Como les digo, los cadáveres estaban simplemente allí. Seguimos subiendo hasta llegar casi a la cumbre. Cada vez que pasábamos, veíamos más cadáveres.
Llegamos finalmente a la cumbre. Desde allí vimos luces a lo lejos, como luciérnagas alumbrando. Cuando empezamos a bajar, nos encontramos con trabajadores de la mina y del ingenio que habían llegado antes que nosotros. Nos cruzamos con ellos, saludándonos. Llegamos al lugar del accidente.
¿Cuál fue su primera impresión al ver a los cadáveres?
Pensé que los cadáveres estaban separados. Nunca había visto algo así, y estaban desnudos.
¿Les robaron la ropa?
No, seguramente al estrellarse se quedaron sin ropa.
Porque el avión, bueno, lo que nosotros hemos visto, estaba arrastrado. O sea, que el avión se fue destrozando. Y nosotros llegamos justo donde había ocurrido el primer impacto.
Ahí estaban los motores botados, pero... solo parte del avión, no entero.
O sea, que en ese trayecto, mientras intentaba aterrizar, el avión se fue destrozando. Porque todos esos lugares están llenos de piedras grandes. No es una pampa.
Entonces, en ese trayecto, se fue destrozando todo el avión. Llegamos al lugar exacto y vimos los cadáveres.
Ahora, ¿qué hacemos? Uy, ¿nos vamos a asustar? ¿Qué ha pasado? Alumbramos. Vi a uno de mis compañeros pisando uno de los cadáveres.
Era algo impresionante porque fuimos de los primeros en llegar. Éramos cinco personas, todos asustados.
Ahora, ¿qué hacemos? Escogimos un cadáver medio pequeño nomás, porque los grandes no íbamos a poder llevarlos entre los cinco.
¿Cómo íbamos a subir hasta el tercer nivel otra vez? Entonces, de esa manera buscamos. No se puede decir cuál era el pequeño o el grande, por el miedo. Nuestra mala suerte fue que nos trajimos al más grande, al piloto.
Y así sucesivamente lo amarramos, como con una camisa. Lo amarramos con alambre para que no se fuera hacia la izquierda, porque teníamos que equilibrar el cadáver.
¿Él estaba vestido diferente o eso no lo notaron?
No, así nomás, normal estaba. Del miedo, agarramos el cadáver y lo pusimos en una bolsa hasta cierto lugar. Lo amarramos con alambre para cargarlo a la izquierda.
Estábamos desesperados más bien por taparle la cara. Con el hecho, le tomamos un vuelto con el saco yute y lo amarramos después así en un vuelto.
Ahí lo trajimos hacia arriba. Así, con mucho sacrificio, llegamos hasta la cumbre, donde teníamos que llegar al caminito de herradura.
Luego llegó más gente y bajaron a sacar los cadáveres. Nosotros ya estábamos saliendo.
En medio camino comimos sardinas, al lado de los cadáveres. Pero algunos no querían comer.
Llegamos así hasta el lago. En el lago hicimos un descanso largo. A las seis y media o siete y media ya habíamos bajado del lago, casi en media hora.
A las ocho de la mañana estábamos llegando a la gerencia.
Los del Lloyd nos dijeron: “Señores, por favor, ¿pueden decirnos si están llevando ustedes el cadáver del piloto?”
No, no, no podemos decirlo porque está envuelto. Tuvimos un poco de temor de traerlo destapado. Lo envolvimos toda la cara y no queríamos desenvolverlo en ese momento. Estaban armados porque les dijeron que las onzas son peligrosas, son como una pantera, son negras. En ese lugar habitan esos animales.
Si hubiéramos sabido que era el piloto, les hubiéramos avisado, pero no queríamos desatar el cadáver. Así, siguieron yendo en busca del piloto.
Llegamos al pueblo. Retiramos los sacos, chutes y todo. También aflojamos el alambre. Ya más tranquilos, como si fuera un enfermo, lo íbamos a entregar.
Los de la Lloyd revisaron al piloto. Sacaron sus pertenencias, hasta dólares sacaron. Nosotros, por miedo, no tocamos nada.
Y nos pagaron en bolivianos. Yo fui el encargado, me entregaron a mí el dinero y lo repartí entre mis amigos. Cada vez que llegaban con un cadáver, pagaban en bolivianos.
Por primera vez conocimos un helicóptero, que aterrizó en medio de la cancha. También llegaron coches, flotas y movilidades particulares.
No había campo ni siquiera para alojar a la gente, porque Viloco tampoco es tan grande.
Nos sentimos desbordados. Querían pagarnos por la información que teníamos. Estábamos algo asustados y no queríamos tocar los cadáveres.
Fue una de las últimas fotografías del equipo The Strongest (Foto Internet)
¿En el lugar había algo que indicara que eran jugadores, como camisetas, pelotas o zapatillas?
Bueno, eso es algo que prefiero no comentar, pero es lamentable. Parece que algunas personas aprovecharon la situación y se llevaron zapatillas y pertenencias de los jugadores.
¿Eso se descubrió después?
Sí, se contó después de que pasó la situación. Los ingenieros y los médicos se encargaron de recoger todas las pertenencias y restos de los difuntos, ya que estaban esparcidos por todas partes. Encontraron relojes, calzados y otros objetos. Eso es lo que ocurrió, pero francamente, no me atrevo a hablar demasiado, ya que es un tema delicado. Incluso dijeron que las personas de Caracoles (mina) llegaron primero al lugar del accidente. No sabemos con certeza qué pasó, porque Caracoles está más cerca del lugar del accidente.
Los ataúdes ya estaban disponibles y se usaron camiones para trasladar los cuerpos. Llegaban al lugar, reconocían el cadáver y lo colocaban en el ataúd para luego transportarlo.
Parece que el piloto fue trasladado en un helicóptero. Creo que ese fue el propósito del helicóptero que llegó a Viloco. Después llegaron muchas familias. Era un ambiente tan triste que parecía una tragedia para toda la población.
Con el tiempo, regresé al lugar del accidente. Trabajaba como soldador y un ingeniero era mi jefe. Fue una visita un año después del accidente. El ingeniero me pidió que lo acompañara al lugar del accidente. Tenía un hijo joven, una hija y una pequeña que insistió en ir con su padre.
Al volver vimos discos y zapatos. También había biblias, algunas quemadas y otras maltratadas. Aunque el lugar había cambiado con el tiempo, había rastros de lo que había sucedido.
Era de día y la visión era buena. Me sorprendió cómo subimos toda esa pendiente.
Contrataron gente para trasladar los restos del avión en un camión. El ingeniero, que era aficionado, quería llevarse una parte para mostrar a sus amigos y familiares.
¿Usted no se llevó nada?
No, nada en absoluto.
Algunas personas aprovecharon la situación, pero no lo hicieron público. Nosotros, esa noche, temíamos tocar los cadáveres y no quisimos hacerlo. Estaban esparcidos y nos daba miedo. Solo tocamos lo que era necesario y evitamos el resto.
¿El lugar es visitado con el tiempo?
Sí, había visitas. Cuando fui con el ingeniero, había tumbas hechas de cemento con cruces y algunas pertenencias dispersas. Las familias habían dejado cruces en el lugar.
¿Hasta cuándo estuvo en Viloco?
Después de la nacionalización, trabajé cuatro años más antes de que me retiraran. Nos dieron un papel de retiro y agradecimientos, pero no recibimos la compensación económica que esperábamos.
¿Escuchaban los partidos de fútbol?
Sí, por la Radio Méndez. Teníamos una radio Philips que la empresa nos proporcionó a crédito. También nos daban ropa y otros artículos a crédito.
¿Le gusta el fútbol?
Sí, he jugado bastante. Fui parte de la selección de Viloco, pero me gustaba el equipo Unión Maestranza de Viacha, aunque no tenía un equipo en especial.
Nota: El reportaje fue publicado por la Revista Fénix
EL FULGOR.com es un periódico digital que practica un periodismo para todos, sin exclusiones. En nuestras páginas tienen cabida todas las expresiones políticas, sociales y culturales. Nuestra meta, reflejar la realidad nacional y especialmente la regional y local.
Somos un medio de comunicación al servicio de los intereses de nuestra comunidad a quien nos debemos. Nacemos en Oruro, cuna de preclaros periodistas que nos dieron con su trabajo responsable un ejemplo a seguir.