La leyenda del Madrid es infinita

Otra vez. Fiel a su leyenda infinita, el Real Madrid volvió a sobrevivir donde parecía imposible. No lo pueden entender. Después de ver cómo se esfumaba la renta al minuto, con un gol de Gallagher, de una batalla eterna de 120 minutos, de un encuentro igualadísimo, tremendo, con más lesionados que goles, obtuvo el pase en una tanda de penaltis extraña, con un doble toque de Julián que anuló su lanzamiento, con el error de Lucas que igualaba la serie, con el fallo de Llorente contra el larguero y con un último penalti dramático, de Rüdiger, tan parable que Oblak lo tuvo en los dedos. El Atlético volvió a estrellarse con el viejo enemigo, al que no logra abatir en Europa en una maldición que parece eterna. Como en todos los duelos con Simeone, lo tuvo en la mano, y se escurrió con una crueldad infinita. No mereció caer, pero sólo podía pasar uno. Y en esos menesteres, el Madrid sabe más que nadie.
Salvo el sorteo, que ganó Modric y cambió el campo, todo salió perfecto al Atlético. El duelo ganado en la medular, la apertura de Julián a De Paul, el centro tenso al área, el intento de Giuliano y la llegada de Gallagher, al espacio, para igualar la eliminatoria a los 28 segundos. Eso fue lo que duró la ventaja del Bernabéu, y claro, no anunciaba nada bueno del Real Madrid. Ya no tendría espacios para correr, atento como está siempre su rival a no conceder ventajas. Pudo ser peor, porque al menos Ancelotti había metido a Modric en el once, por Camavinga. Y eso garantizó una gestión más o menos segura de la pelota.
Picó el anzuelo el Madrid, que se estrelló una y otra vez frente al muro atlético. Prietas las filas, cerraban las líneas de pase con relativa facilidad, y a eso ayuda el sacrificio y las ayudas de todos, incluso de sus puntas. Además, las sorpresas del Cholo en el once funcionaron como un reloj. Reinildo entró en el lateral zurdo y cegó a Rodrygo por ese lado, mientras Gallagher, tras su arranque espectacular, reforzó por dentro en la medular que gobernó Rodrigo de Paul. El futbolista. Lo ganó todo. Cada duelo, cada balón, hasta marcar las diferencias.
Cabe reseñar que Vinicius, en un intento por su banda, pidió mano de Giuliano que Marciniak descartó de plano. Lo vio de cerca e impuso su criterio. Uno ya no sabe qué es penalti y qué no, ni a cuantos grados de separación tiene que estar el brazo para que sea antinatural. No fue ni fogonazo blanco, porque quien empezó a imponerse fue el Atlético. Por intensidad y actitud, los rojiblancos ganaban cada disputa. Como en el despeje corto de Rüdiger que cayó a Julián y su remate, duro, requirió el primer milagro de Courtois. Hizo un par de ellos más, un centro tenso de Griezmann y otro remate cercano de Julián, esta vez desde la derecha, ante la asombrosa pasividad de los volantes blancos. Especial mención a Bellingham, tantas veces esencial. Una máquina de perder balones.
Lo mejor para el Madrid en el descanso era no estar por debajo en la eliminatoria. Se esperaba reacción blanca tras la pausa, pero los síntomas fueron idénticos. De hecho, el primero en probar fue Julián, otra vez con malicia, activando a Courtois nada más empezar. Eso sí, el esfuerzo sin balón empezó a lastrar las piernas rojiblancas. No es que el Madrid llegase con claridad, pero el Atlético perdía el balón con rapidez. Metió los primeros cambios Ancelotti, volcando a Valverde al centro del campo, y dos minutos después pudo cambiar el partido. Se activó la BMV con la salida de Vini, el pase largo de Bellingham y el mano a mano de Mbappé, El francés, inédito toda la noche, se fue de Giménez y rebasó a Lenglet, que le derribó en el área. Penalti indiscutible. El lanzador designado fue Vinicius, que acusó la presión como nunca. Buscó la escuadra y se le fue desviado. Por mucho. Al limbo la mejor ocasión para el empate.