Menacho: La Primera víctima

Menacho: La Primera víctima

Representación de la muerte de Menacho en el Topater tomado del libro Relatos heroicos de la guerra del Pacífico

Por Maurice Cazorla Murillo

Hace algunos años intentamos un esbozo sobre la presencia de un orureño en la defensa de Calama, como muchos otros que habrían existido, pero lamentablemente los registros no plasman nombres completos lo que impide elaborar un intento de biografía. Para esta labor, se ha recurrido a algunos testimonios de la época como también el aporte de uno de los protagonistas más importantes como fue el Dr. Ladislao Cabrera publicado a principios de siglo XX.

Encontramos estas referencias precisamente de un tal “Menacho” que, de acuerdo a alguno de estos trabajos, se afirmaba que era oriundo de Oruro, por lo cual llamó la atención este referencia y nos dedicamos a profundizar sobre este personaje completamente desconocido pero cuya actitud fue muy destacable precisamente por haber perecido en el mismo puente del Topater junto a Abaroa.

En este sentido, recopilamos los antecedentes de aquel enfrentamiento del 23 de marzo de 1879 en Calama en la región de San Pedro de Atacama del antiguo departamento de Cobija, luego Litoral.

Inicialmente la ocupación de Chile en Antofagasta el 14 de febrero obedecía a una situación de precautelar los intereses de los capitales chilenos en la zona, por otro lado, se conocía la ocupación de la mina de Caracoles pese a que la intención de Chile fue sólo ocupar el territorio que suponían era chileno, respetando al territorio colindante con el Perú, ósea ocupar hasta el paralelo 23. Sin embargo, se conoció que Calama era un centro muy importante de comunicación con el país, y de esta manera se envió una intimación de rendición al comandante de la plaza el Dr. Ladislao Cabrera por un emisario del ejército chileno el 16 de marzo a través del señor Ramón Espech, hasta ese momento se conoció que la intención era de Chile era ocupar ese territorio y avanzar mucho más.

El prefecto del departamento, el Cnl. Severino Zapata que se encontraba en Cobija recibió la noticia de que el ejército chileno pretendía ocupar todo el departamento[1]. Esto obedecía aparentemente a una forma de respuesta por la acción del gobierno boliviano del presidente Hilarion Daza del 1 de marzo de disponer la expulsión de los ciudadanos chilenos del territorio boliviano y la confiscación de bienes, considerada una acción abrupta y violenta, aunque cabe recalcar que la ocupación del 14 de febrero fue sin previa declaratoria de guerra.

El Almirante Williams Rebolledo envía una nota desde el blindado “Blanco Encalada” el 21 de marzo al prefecto en Cobija, que en ese momento ocupaba interinamente el subprefecto Pedro Ross, comunicando la intención de ocupar la capital el Departamento de manera “transitoria” a fin de precautelar los intereses de los chilenos que eran abundantes en aquél departamento.

Mientras se acusaba recibo y que para ello comunicaba al prefecto que se encontraba en Calama, sin ninguna resistencia las fuerzas chilenas desembarcaron del Blanco Encalada en la capital de Cobija. La misma situación ocurrió con Tocopilla.[2]En este último caso se aclaró que la ocupación era transitoria a fin de precautelar los intereses de los ciudadanos chilenos, solicitando que las autoridades administrativas continúen en sus funciones adecuadamente para que el Estado boliviano no sufra menoscabo alguno. La respuesta del subprefecto Manuel Abasto fue muy clara “No teniendo más fuerza armada que 5 policías armados de sables, no puedo oponer resistencia alguna contra 4 vapores, dos de ellos blindados, y me limito a protestar enérgicamente arriando el pabellón boliviano. Ninguno de los funcionarios públicos está dispuesto a continuar en su puesto bajo la tutela chilena”. Con esta respuesta abandonaron la plaza, presumiblemente para ir a reforzar la defensa de Calama.

Con estos antecedentes, la escasa defensa se estableció en Calama con 135 efectivos entre ciudadanos y militares, algunos retirados.

Llama la atención como no se recibió apoyo alguno desde el interior de la República, sorprendiendo además que el presidente Hilarión Daza anunció el 25 de febrero que las fuerzas militares no bajarían al desierto, sino que esperarían en el altiplano, plan concebido inicialmente por el ministro Julio Méndez para obligar a los chilenos buscar batalla en esta región y conociendo el terreno enfrentarlos directamente. Estrategia muy inteligente, pero la imprudencia al anunciarla tempranamente hace que las fuerzas chilenas ocupen libremente los distintos puntos del litoral boliviano.

Es en esos días previos, aparece el nombre de Menacho, encontrando las referencias del propio Ladislao Cabrera que relata lo siguiente: “N. Menacho que aseguraba haber sido capitán de ejército residía en Iquique. Cuando supo que en Calama se hacía resistencia se trasladó por las salitreras del Toco. Allí los peones, antiguos soldados en su mayor parte, y que ascendieran a 250, le encargaron la misión de hablar conmigo para que les dijera la contestación si tenía armas que darles. En caso de afirmación volarían en el acto. Menacho cumplió su comisión en Calama y solicitó con insistencia un puesto de tropa, aunque fuera de soldado. No tenía armas que darle y su colocación en cualquiera de los cuerpos habría sido estéril”.[3]

Mayores referencias encontramos en una serie de artículos publicados por sobrevivientes y que establecía que un N. Menacho, provenía de Oruro[4], es interesante que otros testigos comprueben la presencia de este antiguo soldado y la misión que lo llamó a los trabajadores del Toco.  Destaca que muchos de ellos eran antiguos soldados, esta referencia nos permite comprender que Menacho los conocía y posiblemente hayan sido camaradas de la época de Melgarejo, pues en realidad se menciona que Menacho se presentó como Capitán de Ejército del periodo de Melgarejo.

Si revisamos el proceso histórico del periodo de la caída de Melgarejo, entenderemos que muchos de sus fieles soldados y militares que lo rodeaban si no se plegaron a la revolución de Morales fueron proscritos y por ello podemos entender que hayan vivido alejados del país porque el departamento de Litoral era el lugar de todos los que obligados en ostracismo escogían confines dentro la misma patria. De esta manera, podemos concluir que la afirmación de Menacho como capitán de ejército en el periodo de Melgarejo y en ese tiempo vivía en Iquique, anteriormente parte del Perú fue exiliado como muchos otros.

Algo que no está claro es el nombre, en el informe de Cabrera se consigna como “N. Menacho”[5], en un periódico Antofagasta de 1965[6]se consigna el nombre de “Silverio Menacho” no tenemos evidencia de que realmente ese haya sido el nombre, mayor investigación en registros militares permitirán revelar el nombre propio de este héroe orureño.

Continuando con el desarrollo de la Batalla del 23 de marzo, Menacho se presentó ante Cabrera con un resto de espada, no encontró más arma que ella y se le asignó colocarse a lado de Abaroa en el Puente del Topater [7].

El Doctor Cabrera que había recorrido los puntos una vez que el ejército chileno se acercaba a tomar la plaza, pudo evidenciar que en puente del Topater antes de la rendición inmortal de Eduardo Abaroa el cuerpo de Menacho yacía en el piso, ostentando aun el resto de espada como si fuera aquella arma que lo cubriría de gloria intentando, inocentemente, repeler con esta “macana” al enemigo con su artillería y fusiles.

De esta manera, yace en el campo de batalla el cuerpo de Menacho, el orureño que vivió lejos de su tierra, que se cubrió de gloria y las generaciones lo ignoraron por su valentía con un arma más simple que el resto de una espada.

El ejército chileno tomó Calama, el Doctor Cabrera, el coronel Severino Zapata y los pocos sobrevivientes volvieron al país, muchos de ellos incorporándose al ejército particularmente la Quinta División de Ejército comandada por el General Narciso Campero.

El 2 de abril, habiendo ocupado Calama, Caracoles, Antofagasta, Cobija y todas las poblaciones del departamento, el congreso de Chile autoriza la declaratoria de Guerra a Bolivia y Perú.[8]

El desenlace de la guerra ya la conocemos, sin embargo, este aporte ayuda a conocer una de las primeras víctimas de la guerra en ese primer encuentro armado entre ambos países en una guerra que tomaría mas de un año para Bolivia e involucraría al Perú por el tratado de Defensa mutua de 1873.

[1]“Guano Salitre y Sangre” Roberto Querejazú Calvo. Ed. Pág. 220 “El cónsul del Perú en Antofagasta, señor Manuel Seguín, que abandona su puesto por haber sido atacado si domicilio por el populacho chileno el 4 de marzo, a su paso por Cobija avisó al Coronel Severino Zapata que se estaba preparando para la ocupación del resto del litoral boliviano, Zepata y el comandante militar del departamento, Teniente Coronel Belisario Canseco, decidieron que los pocos guardianes de Cobija y Tocopilla fuesen a aumentar el número de defensores de Calama, Zapata viajó con los de Cobija y Canseco fue a recoger a los de Tocopilla. En Cobija quedó como única autoridad el Subprefecto Pedro Ross”.

[2]Ob. Cit. Pág. 221.

[3]“Ladislao Cabrera, Biografía. General Enrique Vidaurre Retamoso, La Paz. 1963, Capítulo “Recuerdos personales del Doctor Cabrera sobre la acción de Calama” Pág. 75.

[4]“Recuerdos de la Guerra del Pacífico, 1879 Calama”. Serie de artículos publicados en la Industria, Sucre 1901. Pág. 16.

[5]Ahumada Moreno, Pascual. “Guerra del Pacífico, recopilación completa”: “Relación de los señores Jefes, oficiales, paisanos y tropa que han combatido en Calama el 23 de marzo de 1879”;  Tomo 1, pág. 130. Imprenta “El Progreso”, Valparaiso, 1884.

[6]Periódico “El Litoral”, 23 de marzo 1965. Sin embargo, el libro “Relatos heroicos de la guerra del Pacífico”, compilado por Edgar Oblitas Fernández, incluye un articulo atribuido a Juan Manuel Sainz con el nombre de “Silverio Menacho”.

[7]“Recuerdos personales del Dr. Cabrera”, ob cit. Pág. 75; “Serie de artículos publicados…” pág. 17.

[8]“la Guerra del Pacífico, en imágenes, relatos, testimonios” Rafael Mellafe Maturana y Mauricio Pelayo González. Centro de Estudios Bicentenario, Santiago Chile 2007. Pág. 87.

 

 

 

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