El espeluznante caso de Rhoda Derry, la mujer que estuvo encerrada en una jaula durante 40 años
El 10 de octubre de 1834, en el seno de una familia de agricultores en Fayette County, Indiana, nació Rhoda Derry. La menor de siete hermanos, creció rodeada de campos, con una belleza prometedora que auguraba un futuro brillante. Su vida parecía encaminarse con serenidad hasta que un amor juvenil la llevó por un camino de oscuridad y desesperación.
Rhoda, en su adolescencia, se enamoró del hijo de una familia adinerada que vivía en una granja vecina. La relación, sin embargo, no fue bien vista por la madre del joven, quien desaprobó el romance con vehemencia.
Los días siguientes a la amenaza fueron un descenso hacia la locura para Rhoda. Empezó a comportarse de manera paranoica, asegurando que una fuerza maligna la perseguía. Las noches se convirtieron en un tormento de gritos y carreras frenéticas, mientras aseguraba que algo invisible intentaba atraparla y dañarla. La situación culminó en un episodio aterrador una tarde, después de la cena.
La desintegración mental, el aislamiento y el maltrato
El comportamiento de Rhoda se deterioró rápidamente. Se volvió agresiva, su apariencia cambió drásticamente y su familia comenzó a creer que estaba poseída. Desesperados y sin saber cómo manejar la situación, sus padres decidieron internarla en el centro psiquiátrico Poor House en Adams, Illinois. Este lugar, lejos de ofrecerle la ayuda que necesitaba, se convirtió en un escenario de crueldad y abandono. Rhoda fue sometida a tratamientos inhumanos que la alejaron aún más de la realidad.
El centro psiquiátrico de Poor House era conocido por su falta de recursos y su trato brutal hacia los internos. Rhoda, incapaz de comunicarse en inglés y murmurando en dialectos extraños, se tornó violenta y comenzó a autolesionarse. La joven que una vez había sido hermosa y llena de vida, ahora estaba atrapada en un ciclo de dolor y locura, víctima de una combinación letal de superstición y negligencia médica.
Rhoda fue confinada en una jaula de madera debido a su comportamiento errático, lo que agravó aún más su condición. Sufría de un síndrome llamado acromegalia que hacía que sus piernas crecieran de manera descomunal. La falta de espacio en la jaula hizo que sus piernas se deformaran, impidiéndole caminar.
Desesperada y sin escape, se rascaba y golpeaba compulsivamente, llegando a arrancarse un ojo y varios dientes. La jaula, con agujeros en la parte inferior para la orina y las heces, atraía ratas y cucarachas que hacían nidos cerca de su cuerpo. Vivió en estas condiciones infrahumanas durante 40 años, un testimonio escalofriante de la crueldad y la falta de compasión de la época.
El salvador en la oscuridad: el Dr. George A. Zeller y su lucha por Rhoda
Dentro de las sombrías paredes de Poor House, una figura emergió como un rayo de esperanza para Rhoda. El Dr. George A. Zeller, conocido por su enfoque reformista en el tratamiento de pacientes psiquiátricos, fue la única persona capaz de calmar a Rhoda, ofreciéndole un trato más humano y compasión.
En uno de sus raros momentos de lucidez, Rhoda le confesó a Zeller que una entidad la perseguía y la lastimaba, un ser que ella llamaba “Old Scratch”. Este testimonio añadió un elemento de horror a su ya trágica historia.
Sin embargo, en 1906, un severo ataque de epilepsia la llevó a una violenta crisis. Los sedantes no hicieron efecto y Rhoda no pudo ser contenida. En un acto desesperado, un doctor decidió acabar con su sufrimiento de la manera más brutal: le cortó la garganta, haciendo pasar el asesinato como un suicidio. Rhoda Derry murió el 9 de octubre de 1906, un día antes de cumplir 72 años, y fue enterrada en Peoria State Hospital en Bartonville.
Confesiones y consecuencias: revelaciones Post Mortem
Años después, dos enfermeros confesaron la verdad sobre el maltrato y las atrocidades cometidas contra Rhoda, pero nadie fue arrestado. La justicia nunca llegó para ella en vida, y su muerte quedó como un testimonio de la crueldad y negligencia de la época. La Iglesia Católica, tras estudiar su caso, concluyó que Rhoda no estaba mentalmente enferma, sino que era víctima de una posesión demoníaca. Esta declaración, aunque controversial, reflejaba la lucha entre superstición y ciencia que caracterizó el tratamiento de enfermedades mentales en el siglo XIX.
Los visitantes de su tumba en Bartonville reportan sentir un tirón en las piernas, como si Rhoda aún buscara justicia desde el más allá. Antes de la demolición del asilo, se decía que se veían apariciones de Rhoda arrastrándose por los pasillos, un espectro de su sufrimiento eterno. Su historia, marcada por el abandono y el maltrato, es un oscuro recordatorio de los peligros de la ignorancia y la falta de compasión.
Fuente:Infobae