Marina Walker, la periodista que dirigió los Panama papers: “Cuando los chicos malos se organizan, los periodistas también deben hacerlo”

Marina Walker, la periodista que dirigió los Panama papers: “Cuando los chicos malos se organizan, los periodistas también deben hacerlo”

Marina Walker cree que el futuro será con mejores periodistas.

La verdad es que un poco de impresión da estar hablando con la persona que dirigió a cientos de periodistas en esa enorme investigación que fueron los Panamá papers. y que reveló cómo políticos, empresarios, deportistas, celebridades y otras figuras públicas utilizaron estructuras offshore para ocultar activos, evadir impuestos o lavar dinero. Cientos de periodistas, varios países, muchos datos: el periodismo en todo su esplendor. Y mucha tecnología para procesar un volumen imposible de datos. Todo coordinado por Marina Walker Guevara desde el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

Pero en este zoom, no parece. La mujer que asoma desde su escritorio es sencilla, sonríe, tiene tiempo, es amable. Marina Walker Guevara nació en Mendoza pero atiende desde Washington, donde está su oficina, ahora que es la Editora Ejecutiva del Pulitzer Center, una organización sin fines de lucro que promueve el periodismo independiente. Vamos a hablar de periodismo, claro. Del que fue y del que es. De la gloria y de los problemas. De esa amiga que también odiamos, la Inteligencia Artificial.
 
Y hablamos de esto a hora porque, en unos días, Walker participará, en Buenos Aires, del festival Futuro imperfecto, que organiza la revista Anfibia y en el que habrá gente de Croacia, Colombia, Cuba, Chile, México, Estados Unidos, Inglaterra y España. Se presenta como un encuentro de Arte, Periodismo y Tecnología, se hará desde este miércoles hasta este viernes y promete ideas y fiesta.

Sin embargo, Walker llegó al periodismo por NO ir a una fiesta, o a varias. Se perdió el viaje de egresados de la secundaria porque la familia pasaba por un mal momento económico. ¿Qué iba a hacer esos días, entonces, quedarse en casa? La escuela no lo admitía y la mandó a hacer una pasantía, que por casualidad -una profesora también trabajaba ahí- fue en un canal de televisión. “Así que fui pasante por por diez días y me enamoré de ese trabajo. Salía todos con los móviles, por supuesto a mirar solamente y a ayudar en lo que podía, Pero me fascinó la posibilidad de ser testigo de lo que estaba pasando en mi ciudad y poder contar esa historia. Decidí estudiar periodismo.
 

-O sea que, en vez de una borrachera en Bariloche, te ligaste una carrera.

-Me ligué una vocación. ¡Y qué vocación! Pero no hice televisión, siempre me gustó más la gráfica, el periodismo lento. De hecho, yo tenía fama de lenta. Cuando trabajé en el diario Los Andes, en Mendoza nunca me daban las cosas urgentes.
Panama papers, una investigación gigantePanama papers, una investigación gigante ayudada con Inteligencia Artificial. (Shuttersctock)

-¿Y de ahí al Pulitzer center?

-Bueno, por las cosas de nuestro país, los altos y bajos. En un momento dado la situación económica fue tal, en el país y en mi familia, que decidí irme. Se juntaron mi necesidad de de crecer y de aprender a investigar con la necesidad de ayudar a mantener a mi mamá, a mi familia, de ganar más dinero. Entonces logré una beca primero de intercambio y vine a trabajar por seis meses a un diario acá en Estados Unidos, en Filadelfia.

-Hay mucha preocupación por el futuro del periodismo entre los periodistas, pero te veo optimista.

-Soy una persona optimista, pero trato de tener un “optimismo crítico”, como algunos lo llaman, en un momento en que vemos realidades tremendas como la que está la que estamos observando en Estados Unidos, donde una democracia se desmorona frente a nuestros ojos. Y vemos cosas así en las izquierdas y en las derechas. La razón por la que soy optimista es porque veo en ciertas áreas del periodismo, especialmente a nivel internacional, nuevas redes de colaboración y de solidaridad. Y hay cosas que están pasando en esas redes de colaboración que no pasaban antes. Hay un cambio de paradigma en el cual estamos los periodistas más conectados, más unidos en nuestras luchas diarias, más juntos, a través de la tecnología, en la posibilidad de intercambiar información, apoyarnos, defendernos y a veces hasta publicar historias en un país que no se pudieron publicar en otra.

-¿Trabajar en colaboración es una excepción en este mundo?

-Lo que me mantiene optimista es esa solidaridad global tan diferente de los aislacionismos políticos que estamos viendo a nivel de los gobiernos. Los periodistas nos dimos cuenta hace 20 años que los chicos malos estaban colaborando, estaban trabajando trasnacionalmente, estaban compartiendo información y nosotros estábamos en nuestras cuevas de lobos esteparios. Cuando ellos se organizan, nosotros debemos hacerlo. Hay gran periodismo que se ha hecho desde una cueva de lobo estepario, y que se seguirá haciendo. Pero también hay grandes historias, sobre todo en el periodismo de investigación, que nunca van a poder contarse solamente desde un solo lugar y en aislamiento.

-¿Por ejemplo?

-Cuando hablamos de flujos de dinero, cuando hablamos de degradación ambiental...

 
-Un poco estamos preocupados por qué es un periodista. Hace unos días Pablo Stefanoni, autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha? me decía que, en nombre de la democracia y de que todos pueden hablar, creció el número de gente que no “es periodista” y está en medios, a veces medios nuevos.

-Claro, los productores de contenidos, los que se llaman “influencers”. Pero ¿qué hacemos? Nos negamos, nos cerramos y decimos “no, no son periodistas fuera, chau”? ¿O exploramos de qué manera podemos llegar a cooptar esos espacios para bien? Lo que un periodista tiene de diferente es que tiene un método de investigación, que lo distancia del activismo de los influencers. Fundamentalmente, porque es riguroso. porque sigue una metodología rigurosa de chequeo de la información, de multiplicidad de fuentes, etcétera. Entonces, el producto final no está predeterminado, puede que una hipótesis se verifique o no.

-Pero los influencers tienen buenas audiencias.

-Sí, tienen grandes audiencias en virtud de todo lo emocional, a lo que ellos apelan. Y audiencias que pueden ser interesantes en el sentido de que pueden ser bastante diversas. a lo mejor más diversas que las que podemos lograr muchas veces los periodistas. Entonces, ¿cómo trabajar eso? Eso es lo que estamos haciendo en el Pulitzer Center, tratando de crear lineamientos para identificar creadores de contenidos, influencers cuyos valores se alineen con los nuestros, que aprecien el periodismo y que puedan transmitir o traducir nuestro lenguaje, nuestro método periodístico a otros formatos que son los que ellos manejan.

-Hay cosas que sabíamos hacer, como escribir una nota con gracia y dar mucha información en poco espacio, que ahora hace bastante bien la Inteligencia Artificial.

-Bueno, pero la pregunta es: ¿ese, ese bot puede conectar con la fuente, puede, puede entrevistar a la persona del barrio que protagonizó una noticia, puede obtener una confesión reveladora de un político o de un jefe sindical? ¿Se abre con el bot una madre que perdió a un hijo al que desapareció un hijo o que se lo tragó la cárcel de Bukele en El Salvador? Una entrevista en profundidad, detectar los sesgos y matices de algo que está pasando frente a nosotros en una protesta, percibir la tensión... ¿puede? Todas esas cosas de observación emocional, de conexión, en las que la inteligencia artificial, creo, jamás va a poder reemplazar en el ser humano. Porque el ser humano no es solamente una máquina de producir resultados. Somos tanto más complejos...
Marina Walker, durante su entrevistaMarina Walker, durante su entrevista con Infobae.

-Tengo mis dudas de si no puede. Conozco gente que está hablando de sus problemas personales con la Inteligencia Artificial, y dice que la contiene. Entonces tal vez pueda hacer entrevistas que terminen generando confianza y confesiones.

-Sí, pero alguien tiene que poner a la persona de la selva profunda de la Amazonia frente al bot. O sea, ¿cómo llegás?

-¿A qué sí está ayudando la Inteligencia Artificial?

-La Inteligencia Artificial sí nos puede ayudar con la investigación, si tenemos cuidado y sabemos usarla pero no creerle todo. Porque no es un método preciso, es probabilística y es estadística. Eso es lo que la gente no entiende: que creen que la Inteligencia Artificial lo que está haciendo es mirar millones de cosas en un nanosegundo y diciendo “bueno, estadísticamente me parece que es esto, pero también puede ser que no”. Lo que pasa es que no es algo que podamos negar ni evitar, está para quedarse, es la evolución lógica de la revolución tecnológica. Lo que tenemos que tener en cuenta es no subirnos al tren del exitismo de la Inteligencia Artificial.

-¿Cómo?

-Nosotros estamos trabajando desde mi organización, desde el Pulitzer Center, entrenando periodistas no para que aprendan a usar la inteligencia artificial, que eso es fácil. En definitiva, para que aprendan a interrogar a estos sistemas, a sus dueños, a sus hacedores, a sus financiadores. Que puedan contar esta historia de una manera crítica, que es algo que no estamos haciendo

-¿Qué diría esa historia?

-Muchos gobiernos están haciendo contratos con empresas de todo el mundo para adoptar sistemas de Inteligencia Artificial en diferentes áreas de gobierno, con la idea de que el Estado es corrupto y ellos vienen a limpiarlo, sobre todo del fraude y del abuso de recursos. Y que lo harán usando estas tecnologías, que van a ayudarlos a a detectar contratos abultados, personas que se quieren aprovechar, etcétera. Pero estos sistemas tienen enormes sesgos, muchas veces no están veces diseñados con con las audiencias del sur global y de países fuera del mundo anglosajón. Entonces generan nuevas formas de discriminación y de exclusión.

Cómo se reparte la ayudaCómo se reparte la ayuda en la India.

-¿Te puedo pedir un ejemplo?

-Te doy dos, uno en Europa y el otro en India. En Holanda instauraron uno de estos sistemas en el área de servicios sociales, especialmente en el área de subsidios a personas con necesidad. Los periodistas lograron obtener, a través de de pedidos de información, el algoritmo que se había aplicado. Y ver cómo era que ese algoritmo “pensaba” quién estaba defraudando al sistema de servicios sociales. Se dieron cuenta que el algoritmo valora diferentes cosas, si sos soltero, casado, varón, mujer. Y descubrieron que si eras mujer soltera y no hablabas el holandés muy bien, subían las posibilidades de que te señalaran como defraudadora. Si tenías más de 60 años, muchas menos posibilidades de que fueras defraudador. Pero si eras mujer, joven, soltera... Así pudieron mostrar lo defectuoso de las decisiones y de las clasificaciones que hacía este este algoritmo. Y fue discontinuado.

-¿Y en India?

-Lo mismo, con consecuencias mucho más graves. Porque en India la mitad de la población depende de subsidios. Y se los sacaba del sistema en masa porque los algoritmos habían dicho que quizás no encuadraban dentro del perfil de quienes necesitaban recibir ese subsidio. Ahí los periodistas fueron demostrando, primero, que el algoritmo había dado por muerta a gente que estaba viva. Entonces la había sacado del sistema diciendo que se había muerto. O les había adjudicado riquezas que las personas no tenían. Es la arbitrariedad de estos sistemas “inteligentes” cuando no tienen un control estricto. Pueden hacer alquimias sociológicas contremendas consecuencias reales en la vida de la gente.

-¿O sea, no dirías que se viene un mundo sin periodistas?

-Oh, para nada. Yo creo que se viene un mundo con mejores periodistas, porque los que estamos tenemos el desafío, ahora más que nunca, de volver a nuestras raíces periodísticas profundas. Somos los que tenemos que seguir defendiendo esa independencia, ese rigor periodístico y al mismo tiempo haciendo alianzas astutas con aquellos que puedan traducir nuestras historias a otros formatos.

-Una miniserie, por ejemplo.

-Exacto. ¿Por qué no hacer un libro de historietas con una investigación? U obras de teatro itinerantes... Tenemos que salirnos de nuestro foquito, dejar de sentir pena por nosotros y miedo al mismo tiempo. Estamos en un mundo fragmentado, aislacionista y donde las autocracias están en ascenso y falta muy poco para que haya más autocracias que democracias en el mundo. Estamos ahí, pero las autocracias son las que están creciendo, no las democracias. Entonces, el rol del periodista en este contexto es más importante que nunca. Entonces, invito a los periodistas a que piensen cómo crear las propias redes. En lugar de pelearnos en el chat, cómo pensamos qué proyectos podemos hacer.

El festival Futuro Imperfecto

Futuro Imperfecto Vol. 2, que se celebrará del 9 al 11 de abril en el Teatro Picadero de Buenos Aires, reunirá a referentes del arte, el periodismo y la inteligencia artificial en una serie de actividades orientadas a explorar las transformaciones tecnológicas y sociales contemporáneas. El evento incluirá charlas, funciones teatrales y espacios de intercambio en torno a tres ejes: el impacto de las tecnologías emergentes en el periodismo, las mutaciones en las artes y los dilemas éticos asociados al desarrollo de la inteligencia artificial.

Entre los participantes destacados se encuentran Pepa Bueno, directora de El País, y Marina Walker, del Pulitzer Center, quienes compartirán experiencias sobre el uso de IA en el periodismo de investigación. También estarán presentes el autor Juan Mattio, la activista Gabriela Pinheiro, el director de Blender Iván Liska y la docente Solana Camaño. Además, se realizarán mesas redondas sobre democracia, generaciones digitales y subjetividad, con la participación de figuras como Marlene Wayar, Sarah Pabst, Tomás Pérez Vizzón y Flavia Costa, entre otros.

El festival marcará el cierre de un programa internacional de intercambio organizado por la Revista Anfibia, que durante seis meses reunió a 12 líderes de medios de América Latina y España para desarrollar proyectos con inteligencia artificial. El encuentro incluirá obras teatrales como Parlamento del colectivo Piel de Lava y Testosterona, una creación de Cristian Alarcón y Lorena Vega surgida del Laboratorio de Periodismo Performático de Anfibia, que explora los vínculos entre masculinidades, violencia y memoria desde una propuesta escénica híbrida entre el teatro y la crónica.

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