Cada 29 de septiembre se recuerda la Batalla de Boquerón. Mientras en el vecino Paraguay la fecha se conmemora con júbilo y fervor cívico, en Bolivia parece haberse convertido en un día más del calendario.
¿Será acaso que los bolivianos hemos olvidado la Guerra del Chaco? No debería ser así, pues en las venas de las generaciones actuales aún corre la sangre del Chaco: la de nuestros padres y abuelos que empuñaron un fusil y defendieron con valentía a Bolivia.
En muchos hogares todavía se conserva alguna fotografía antigua: un abuelo vestido con uniforme militar, joven y decidido. Frente a esa imagen surge inevitable la pregunta: ¿qué vivió ese muchacho para marchar a la guerra? ¿Qué sacrificios soportó para legarnos la patria que hoy disfrutamos?
Recordar esas fechas es una misión de todos los bolivianos. Significa rendir homenaje a nuestros héroes y, al mismo tiempo, sembrar en la niñez y en la juventud la semilla del civismo, para que sean ellos quienes, en un futuro cercano, resguarden y preserven la memoria de aquella contienda. Una guerra que, por el valor demostrado, debería ocupar uno de los lugares más significativos en nuestra historia.
Es deber de todos reconocer y dar el sitial que merecen los combatientes del Chaco. Ellos nos dejaron una lección eterna: en esa guerra no hubo diferencias de color de piel, condición social ni región. Fueron simplemente bolivianos, y juntos lucharon por nuestra tricolor.